miércoles, 30 de junio de 2010

Crónicas de funciones: La ciudad muerta, Korngold, Teatro Real, domingo 27 de junio.

Pocas funciones en la vida de un aficionado a la ópera redondean lo logrado el pasado domingo en el Teatro Real de Madrid con la función de La ciudad muerta de Korngold. El último gran acierto de la temporada con la que se despide Antonio Moral al frente de la gestión del coliseo madrileño.
La primera sorpresa fue el impecable e inusitado desempeño de la orquesta, crecida como nunca bajo las órdenes del maestro Steinberg. Un sonido luminoso, brillante, limpio, texturas diferenciadas, metales y percusiones contenidas pero eficaces... todo al servicio del destello melódico y los juegos expuestos por la partitura de Korngold.
Vocalmente de nuevo a un gran nivel todos los implicados. Vogt posee una voz compleja, clara, levemente opaca, sin especial squillo, pero bien proyectada, sujeta a un legato eficaz. Y sobre todo: muy melancólica. Un timbre francamente apropiado para el rol de Paul, que Vogt se esforzó por encarnar con fidelidad, a pesar de las constantes exigencias en el agudo, donde tuvo algunas dificultades. Nada, no obstante, que pudiera empañar su literal encarnación de Paul.
Lo mismo puede decirse de Manuela Uhl, un grato descubrimiento. Tímbricamente quizá no muy singular, Uhl es dueña de un canto genuinamente alemán, metálico pero lírico, con una voz robusta pero que se pliega a las exigencias de su dueña. Ofreció una Marie/Marietta de auténtico lujo, ensoñadora, capaz de enamorar al más empecinado Paul. Uhl, me atrevo a decir, está en condiciones de ofrecer una Salomé de campanillas.
Levemente más irregular el canto del barítono Lucas Meachem: algo más monolítico como Fritz, pero extraordinario como Pierrot, bordando el consabido lied.
Pero los mayores elogios quedan para la dirección escénica de Willy Decker: sencillamente magistral. Es imposible extraer más significado, más poesía, más ensueño a una obra como la de Korngold. Es muy dificil sorprender al espectador a cada momento con nuevos guiños, como sucede con esta puesta en escena. Histórica: es el adjetivo que define con más fortuna la labor de Decker.
Todo ello redondeó una función de ópera con mayúsculas, un completo placer para los oídos, los ojos, el alma... No se puede pedir más.
fdo. Spinoza

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