jueves, 7 de octubre de 2010

Crónicas de funciones: Mahagonny, Teatro Real, 5 de octubre de 2010

Mortier quería que Mahagonny fuera la bandera triunfante de su llegada y, vista la función del martes pasado, la cosa se ha quedado en un brillante pero modesto banderín (como el que funda la Mahagonny furera).

Pablo Heras logró sacar chispas incluso de donde no las había. Bestial dirección musical de alguien que espero volver a ver muchas veces en el Teatro Real. Una lectura irónica, que dialogaba con el texto y la escena, que llevaba perfectamente los ritmos y las intensidades y que sacó de la funcionaria orquesta titular un sonido ácido y expresivo. Increíble cómo una plantilla reducida para la ocasión consiguió marcar el crescendo de la escena final, logrando en cada repetición del tema una intensidad nueva. Sin duda lo mejor de la noche, que demuestra que cuando se trabaja bien, esta orquesta responde (como el coro Intermezzo, que estuvo sorprendentemente muy bien).

Entre los cantantes, perjudicados por un espacio escénico inclementemente abierto, hubo de todo. Jane Henschel hizo una Begwick muy divertida, de medios sobrados, acostumbrada como está a interpretar magistralmente papeles de carácter (Clytemnestra, por ejemplo). Willard White tiene una voz robusta, ancha, pero gastada y no demasiado expresiva, con la que sin embargo sacó adelante el papel. Michael König, con un instrumento varonil pero pobre, y un agudo poco presentable, muy muy atrás, logró sin embargo crear un personaje, con una acentuación aceradísima, afilada, que logró dibujar la anti-heoricidad de Jim. Fue sin duda el cantante con el que más conecté, junto con el divertidísimo O'Brien de John Easterlin. MeashaBrueggergosman hundió su paupérrima voz en el inmenso espacio que planteó la Fura y apenas logró sonar. Una lástima, porque lo que llegaba era interesante (para este papel): un extraordinario fraseo, unas intenciones arrolladoras, mucho carácter y una técnica jazzística perfecta para la ocasión. Creo que le va a costar encontrar papeles protagonistas de ópera con los que hacer carrera. Más allá de los matices, sin embargo, ninguno de los cantantes logró sonar con la comodidad suficiente para jugar con el estilo de Weill, a pesar del mimo con el que los acompañaba Pablo Heras. Si se quiere representar una obra de estas características en un teatro medio-grande no debe haber ningún pudor en amplificar.

La Fura diseñó una puesta adicta al estilo y el mensaje de Brecht-Weill. Supieron adaptar y subrayar hasta el máximo el maniqueísmo, la crítica ácida, los trazos gruesos en la caracterización de los personajes y lo arquetípico de las situaciones del libreto y la partitura. En ese sentido, se puede hablar de excelente lectura. El problema es que no es el lenguaje que a mí me va. Al final es una dirección dinámica en lo visual pero estática en el contenido, y que sacrifica demasiado los medios para llegar al fin, que es transmitir el mensaje e incomodar a quien quiera incomodarse (¡el golf!). Una puesta que es como un discurso político en campaña electoral: simplifica, convence, afilia, pero no juega. A pesar de todo, tiene escenas de escalofrío. Me quedo con dos: la grande bouffe del comienzo del II Acto y la escena del juicio circense, justo martillazo a la justicia. La escenografía de Flores sí es una pasada, con imágenes fijas bellísimas (a pesar de que, como dice bayista, parece que el proyecto inicial ha cambiado), y con un juego escénico inteligente con los objetos (las mesas que sirven de fortaleza y de pira...). En resumen, no es mi lenguaje, no es mi estilo, pero reconozco talento, compromiso y un trabajazo de ensayos (la puesta funcionaba como un reloj).

Pero en definitiva creo que la función no terminó de volar por la propia obra. Divertida, corrosiva y necesaria, pero también maniquea, simplista y poco matizada. Ni me va un texto lleno de arquetipos y lugares comunes (tan potentes como evidentes), ni una música cuya inspiración, salvo momentos contados (son pocos pero excelentes), vuela a ras del suelo.

Creo que como lanza inicial, el Onegin de Tcherniakov era mucho más ambicioso y convincente que este Mahagonny. A pesar de ello, empatizo con las intenciones y las líneas que se han marcado en estos comienzos de consulado.

fdo. Siddharta

1 comentario :

johnny guitar dijo...

Bienvenido Sid a nuestro Blog y gracias por tu aportación :)