jueves, 21 de octubre de 2010

Crónicas de funciones: Sussanah de Floyd, ABAO, 6 de octubre.

Es la manera de ser de la gente

Por Javier del Olivo

Bilbao, 06/10/2010. Palacio Euskalduna. Carlisle Floyd. Susannah. Libreto del compositor basado en un texto bíblico (Susana y los Ancianos). Robert Falls, dirección de escena. Ignacio García, realización de la dirección de escena en Bilbao. Michael Yeargan, escenografía y vestuario. Bogumil Palewicz, iluminación. Latonia Moore, Susannah Polk. Stuart Skelton, Sam Polk. James Morris, Olin Blitch. Cosmin Ifrim, Little Bat McLean. Miguel Sola, Elder McLean. Vicenç Esteve, Elder Gleaton. José Ruiz, Elder Hayes. Richard Wiegold, Elder Ott. Silvia Beltrami, Mrs. McLean. Jessica Julin, Mrs. Gleaton. Julia Faulkner, Mrs. Hayes. Mette Ejsing, Mrs. Ott. Coro de Ópera de Bilbao. Boris Dujin, director del Coro.Orquesta Sinfónica de Euskadi. John Mauceri, dirección musical. 59 Temporada de la ABAO.

La frase que titula esta crónica (pronunciada por uno de los protagonistas) puede resumir la conclusión a la que se llega al finalizar la representación de Susannah, de Carlisle Floyd, que, dentro de su 59 temporada, presentó el pasado sábado la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera). Floyd (libretista además de compositor) utiliza la leyenda bíblica de Susana y los Ancianos para crear un fresco que no solo refleja la situación creada en un pueblo del profundo sur americano por una falsa acusación a una joven, sino que va más allá y cuestiona a todo un sistema represivo como fue el macartismo, en pleno apogeo en la época de estreno de la ópera (1955). La indefensión del inocente, el falso puritanismo, la represión sexual, la teocracia dentro de la vida americana, la manera, en fin, de ser de la gente, son cuestionados por Floyd, que pone frente al público, servida en una música muy bella, una realidad dura y desgarradora. Una realidad que, de la misma manera, retrata Arthur Miller en los mismos años en su fabulosa obra Las brujas de Salem. En lo musical, la obra se inscribe en una corriente que, comenzando en los años cuarenta, tiene su apogeo en los cincuenta y sesenta del siglo XX. Es la llamada "ópera americana". Una serie de autores se proponen crear un género genuinamente norteamericano, que llegue a un público más amplio que la ópera tradicional y en el que se traten temas que le sean más cercanos, como ya hacían el cine, el teatro y la televisión. Son obras que, sin renunciar a la calidad, pretenden ser musicalmente de fácil asimilación y a la vez crear un repertorio netamente estadounidense. Para lograr estos objetivos, se alejan conscientemente de vanguardias y experimentaciones, y buscan melodías dentro de la tonalidad, con muchas raíces étnicas y folclóricas (en el caso de Susannah, de los Montes Apalaches), pero siempre asimilando toda la tradición operística anterior. Como muy bien explica Rachel Hutchins-Viroux en su excelente artículo sobre el tema en el programa general de la ABAO, autores como Giancarlo Menotti, Aaron Copland, Douglas Moore, Robert Wart, o el mismo Floyd forman parte de esta corriente. Susannah es una ópera que contiene todas las características anteriores, tanto en la vertiente musical como en la teatral. Desarrollando la historia que hemos comentado más arriba, Floyd crea una música atractiva, incluso pegadiza en algunos pasajes, con un dramatismo nos atreveríamos a decir que heredero del verismo. Acudiendo a tonadas tradicionales, crea un ambiente campesino que se refina al expresar el sentir de la protagonista, y que dibuja sus tintes más agrios en la música de los puritanos acusadores o del predicador.

Esta es, indudablemente, una ópera de soprano, y en el corto mundo de las grabaciones de la obra, han sido grandes divas como Renée Fleming o Cheryl Studer las que han asumido el papel. Sus dos arias permiten el lucimiento de una cantante con amplios recursos que van desde una consistente zona grave, pasando por un amplio centro, y exigiendo facilidad para el agudo. A Latonia Moore no le faltan estas características, y defendió el rol con gran profesionalidad, pero le faltó definir bien el personaje, dominarlo completamente, tanto vocal como teatralmente. Estuvo convincente pero no arrasó, que es lo que se pide con un papel con tantos momentos desgarradores. Su voz es bella, estuvo bien modulada, y llegó perfectamente y con soltura a los difíciles agudos que culminan sus arias, sobre todo la segunda. Aunque acusó algún desajuste, éste no empañó una actuación notable, favorecida por sus maneras netamente americanas. El veterano bajo-barítono James Morris asumió el papel de Olin Blitch, el predicador ambulante que llega al Valle de Nueva Esperanza, supuestamente para salvar almas, pero que no hace más que avivar los odios ya existentes. Cuando descubre, por sus abusos, la inocencia de Susannah, ya es demasiado tarde para salvarla. Morris ya no dispone de la potencia vocal de la que tenía fama, y su actuación fue bastante plana. Vocalmente se lució más en la escena del templo, donde su declamación (como se exige) fue perfecta. Menos expresivo en el resto de su intervención, se mostró flojo en la seducción de Susannah, demostrando que la media voz no es lo suyo. Mucho mejor estuvo en el aria defendiendo a la protagonista ante el grupo de ancianos, donde pudo lucir sus dotes más baritonales con un canto redondo y bien ensamblado. Muy grata sorpresa, y me atrevería a decir que el triunfador de la noche, fue el tenor australiano Stuart Skelton, que asumía el papel de Sam Polk, el borrachín pero tierno hermano de Susannah. Desde su primera intervención, el público, que lo premió con cálidos aplausos al final de la representación, se dio cuenta de que estaba ante un cantante con unos recursos extraordinarios. Dotado de una voz potente, perfectamente proyectada, que sabe modular según exija la partitura, Skelton propició los momentos más emocionantes de la noche en sus dúos con Moore. En lo actoral, optó por no caer en el lado más pusilánime del personaje y lo dotó de un valor del que, a priori, en el libreto carece. Se comentaba al final el futuro prometedor que le espera, si sigue así, y el placer que siente el aficionado al oír en el teatro, a un buen tenor, algo de lo que andamos escasos en estos tiempos.

Entre los papeles ya más secundarios, destacar el Little Bat Maclean de Cosmin Ifrim. Con una voz de timbre muy bello e importante potencia, esperamos oírlo pronto en papeles de mayor calado. Muy bien también Sivia Beltrami como la malvada Mrs. Maclean que prende la mecha de todo el drama con sus dudas y envidias hacia Susannah. Supo dotar a su voz, a la que acompaña la música más vanguardista de la partitura, de esa aspereza y acritud que el papel requiere. Interesante Jessica Julin como Mrs. Gleaton, y cumplidoras Julia Faulkner como Mrs. Hayes y Mette Ejsing como Mrs. Ott. Más flojo pero correcto Miguel Sola como Elder Mclean y Vicenç Esteve y José Ruiz como Gleaton y Hayes. A destacar la calidad del bajo Richard Wiegold como Ott. Buena intervención del Coro de Ópera de Bilbao, que dirige Boris Dujin, sobre todo en la escena del servicio religioso. El norteamericano John Mauceri, director musical, supo destacar de la partitura sus características más teatrales: las bellas melodías, el folclorismo y el intenso dramatismo. Pero pecó, en algunos pasajes, de excesiva lentitud, sobre todo en la primera parte, y de permitir ocasionalmente un excesivo volumen orquestal que tapó a las voces. Disciplinada, compacta y con buenos resultados se mostró la Orquesta Sinfónica de Euskadi, en un repertorio que le es más ajeno.

© 2010 by E. Moreno Esquibel/ABAO

* Crónica publicada en Mundoclasico y cedida por su autor para nuestro blog:

http://www.mundoclasico.com/2009/documentos/doc-ver.aspx?id=18c15a9a-6c66-4d06-aee8-c42e4a4bbf77

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