jueves, 4 de noviembre de 2010

Crónicas. S. Keenlyside en Londres

El 22 de octubre, a la vez que Jonas Kaufmann y Helmut Deustch daban su recital en Sevilla, Simon Keenlyside y Julius Drake hacían lo propio en Londres, en Temple Church. Iba con una mezcla de ilusión y prevención porque en algún recital que le había escuchado este verano Keenlyside parecía no pasar por su mejor momento, pero estuvo sencillamente magnífico.

El primer bloque de canciones fue el dedicado a Schubert (invirtieron el orden previsto en el programa), empezando y acabando con dos de mis canciones preferidas, An Sylvia e Im Walde. No sé cómo explicar la sensación que me produce Simon Keenlyside cantando Schubert; si los compositores fueran lenguas, Schubert sería su lengua materna. Es como si Schubert fuera su hogar. Y el mío.

¿Y qué se puede cantar después de Schubert? En este caso, Wolf, cuatro canciones con texto de Möricke. Con algunas excepciones, Wolf no es mi fuerte, y hasta el viernes pensaba que tampoco lo era de Keenlyside, pero cuando acabó la última canción, Lied vom Winde, el corazón se me había desbocado. Llena de matices y a la vez con una fuerza arrolladora... espléndido Wolf.

Tras la pausa llegaban los franceses. Primero Ravel y sus Histoires naturelles, nada fáciles de cantar, porque las letras están llenas de detalles, de ternura y de ironía; hay que ser muy expresivo y muy minucioso para que el público vea a los cinco animales, y os aseguro que ese día estuvieron todos allí. Qué grande ese pavo real atusandose la cola, esperando en vano a su prometida!

Fauré. Aquí apareció la dulzura, las voces acariciantes, el intimismo, una Spleen que sonó como un suspiro... Pero apareció también una exultante Notre amour que irradiaba felicidad...Qué preciosidad de interpretaciones, una tras otra!

Y el recital estaba acabando. Las propinas, tres canciones más de Schubert, entre ellas una monada de canción, L'incanto degli occhi, que Keenlyside dedicó a su mujer. Y nos fuímos felices y agradecidos por haber estado allí, no había más que ver las caras del público cuando salía.

No me olvido de Julius Drake; estuvo estupendo también. Se notaba que el programa estaba muy trabajado y bien ensayado, la acústica de las iglesias suele ser peculiar y en este caso estuvo perfectamente controlada.

Sólo un par de cosas más. La primera es una tontería; comentaba Simon en alguna entrevista que en los recitales salía muy nervioso al escenario y le costaba controlar el movimiento de sus manos. Pues sí, tal cual. No paró quieto durante prácticamente todo el Schubert, dejó el piano lleno de deditos. Y la segunda: habíamos comentado que no parecía sentirse cómodo del todo en las canciones más extrovertidas, que le faltaba un punto de soltura. No os imaginais lo diferente que es en directo, lo cómodo que se le ve, cómo se suelta. Su Wolf fue otro, un Wolf poderoso, incluso fue sorprendente el Notre amour que mencionaba antes. Será verdad que no le gustan los micrófonos.

Lo último, que me olvidaba de una cosita. Antes de empezar el último bloque, SK comentó que entre el público había personas venidas de nosedónde, de Viena and from Spain. ¿From Spain? Esos somos nosotros!

Y ya. Dentro de unos años, otra crónica.

fdo. Sílvia Pujalte

1 comentario :

johnny guitar dijo...

Gracias Elvira por la crónica; un recital como mínimo delicioso