lunes, 8 de noviembre de 2010

Crónicas de funciones: The Turn of the Screw, Teatro Real, 6 de noviembre de 2010.

El lenguaje de Britten representa, sin duda, uno de los hallazgos estéticos más relevantes del pasado siglo XX. Tanto por su genio musical como por su sagacidad a la hora de escoger los argumentos, temas y textos en los que basar sus óperas puede decirse que el género experimentó con él, y nunca mejor dicho, una auténtica vuelta de tuerca. La experiencia estética que Britten nos propone se distingue nítidamente de la atesorada al cabo del siglo XIX y elabora de un modo personalísimo las vías abiertas por las vanguardias a comienzos del siglo XX. El lenguaje britteniano, en suma, es una tentación constante a pensar y a sentir lo vedado, a transgredir como espectadores aquellas fronteras que a menudo nos vedamos traspasar como sujetos. En el caso concreto de The Turn of the Screw, Britten capta como nadie el espíritu de la obra de James en la que hace pie su ópera. De tal modo que una representación de La vuelta de tuerca de Britten es una inmersión irreversible en un universo marcado por la ambigüedad, la insinuación, las dobles lecturas, las tensiones infinitas no resueltas, la complicidad con las dudas del espectador, la confusión entre lo onírico, lo paranoide y lo real. Se trata, en fin, de una obra maravillosa y absolutamente contemporánea, con la que es difícil quedar indiferente.

Las representaciones que están teniendo lugar en el Teatro Real de Madrid están, por fortuna, a la altura de la obra que se traen entre manos. En buena medida parte del éxito radica en la propuesta escénica de McVicar, que traduce a la perfección el espíritu de la obra de James y la elaboración posterior de Britten. Cuando uno imagina cómo podría ponerse en escena The Turn of the Screw, muy probablemente recree en su mente lo que McVicar pone ante nuestros ojos en esta producción. Maravillosa iluminación (A. Silverman), fabulosa dirección escénica (McVicar) y una escenografía y un vestuario (ambos de T. McCallin) que nos trasladan sin solución de continuidad a la Inglaterra victoriana y al universo fantasmagórico de la obra.

Pero no todas las virtudes están del lado de la propuesta escénica. Vocalmente puede decirse que fue una noche notable. La mejor voz fue sin duda la de John Mark Ainsley, en plena forma vocal, con un enorme compromiso escénico e intérprete, en conjunto, de un notabilísimo Peter Quint, amen de su magnífica intervención en el prólogo. Emma Bell, intérprete del rol de la Institutriz, tardó en calentar y ofreció un registro agudo algo agrio, levemente abierto y extrañamente estentóreo. En el segundo acto se encontró en mejor forma. Dramáticamente no ofreció grandes hallazgos, pero tampoco hizo nada objetable. Una correcta Institutriz, nada más. El comprometido rol de Miles se encomendó en este caso a Peter Shafran, un joven de unos diez años de edad, vocalmente no muy lucido, pero escénicamente impactante, por su maduro compromiso con la obra y con la propuesta escénica. Mejor en lo vocal se mostró, sin duda, Nazan Fikret, la joven encargada de dar vida al rol de Flora. Su voz ha madurado desde que hace ya diez años comenzara a cantar este papel, y está a medio camino entre la voz impúber de una niña de coro y el timbre impostado y vibrante de una soprano. Vocalmente interesante, pues, y dramáticamente tan comprometida como en el caso de Miles, aunque quizá algo mayor para dar plena impresión de ser una auténtica niña. Tanto Marie McLaughlin como Daniela Sindram, intérpretes, respectivamente, de los roles de Mrs. Grose y Miss Jessel estuvieron más que correctas, de nuevo con gran compromiso escénico y sin mácula alguna en lo vocal.

En el plano musical, la dirección de Josep Pons fue sensacional. Llena de detalles, inspirada pero contenida, en suma, una dirección llena de maestría y saber hacer.

En resumen, pues, una sensacional representación de La vuelta de tuerca la vista el pasado sábado en el Teatro Real de Madrid. Ojalá la presencia de Britten se siga mimando en próximas temporadas del Real con un gusto al menos semejante al de estas funciones.

fdo. Spinoza

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