Si alguien triunfó en la noche del pasado sábado, 22 de febrero, en el Teatro de la Zarzuela fue la música de Penella, la dirección de Cristóbal Soler y la Orquesta de la Comunidad, así como la puesta en escena de José Carlos Plaza.
Una dirección musical contenida, acertada y bien conducida llevando a los músicos a dotes de gran dramatismo musical en los momentos más importantes de la ópera española. La orquesta ha mejorado muchísimo.
La puesta en escena de Plaza es muy sobria -demasiado en el primer acto- pero de excelente factura y resolución en los otros dos, especialmente en la escena propiamente taurina. Destcaó también la acertada coreografía de Cristina Hoyos.
En cuanto a las voces, en general, las secundarias fueron superiores a las principales. El mejor durante toda la representacción fue sin duda alguna Luis Cansino, en su papel del picador Hormigón y Milagros Martín, en el papel de Frasquita, la madre del toreador. Buenos cantantes sobre todo Cansino, un acierto.
Del trío de intérpretes Ángel Ódena -El Gato- Andeka Gorrotxategui -Rafael- y Ángeles Blancas -Soleá-, el primero fue el más contenido con una bonita línea de canto, rotunda a pesar de un molesto vibrato en las notas altas, sobre todo en el primer acto.
La voz del tenor Andeka es extraña. A veces engolada, canta con voz muy atrás pero cuando la domina puede llegar a dosis espectaculares como en la oración del torero que cantó. Tal vez tenga que dominar más su voz. Fue de menos a más.
Y de Blancas, de mal a peor. No canta sino grita, desafina y un castellano ininteligible. Destrozó su parte cantada, su famosa aria del primer acto e incluido el famoso dúo. Una pena.
fdo. Sergio Castillo
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