lunes, 6 de febrero de 2012

Crónicas de funciones: Peter Grimes, Oviedo, 04/02/12


Una pequeña pincelada del Peter Grimes visto en el Teatro Campoamor de Oviedo.

Fue una velada de esas para recordar. Veía por fin mi ópera favorita de Britten. Para mi de las diez mejores del género. Una obra que compendia excelente música y un libreto de campanillas.

Los amigos que la habían visto antes hablaban maravillas de esta producción y tenían razón. David Alden ha hecho un trabajo sobresaliente acompañado por la escenografía de Paul Steinberg, el vestuario de Brigitte Reiffenstuel y la iluminación de Adam Silverman. La escena siempre se mueve en consonancia a lo que se relata, creando esa sensación de ahogo tan característica de Britten. No es fácil que un coro tan presente se traslade sin apenas dificultades en un espacio tan reducido como el del Campoamor, y se consiguió plenamente. Bravo por el equipo técnico.


En cuanto al apartado musical, lo mejor las voces. Conocía a Stuart Skelton de la Susannah de la ABAO. Allí demostró ya su potencial. El Grimes le viene como anillo al dedo. No es su fuerte las medias voces, pero hizo cosas muy, muy bonitas. Y ya en las partes más dramáticas es que ponía la carne de gallina. Excelente como actor y como cantante. Me gustó muchísimo la Ellen de Judith Howarth. Pedazo de soprano, excelente en voz y gesto, con fuerza cuando había que tenerla y dulce en los momentos más recoletos. Genial el cuarteto con Auntie y las sobrinitas, todas ellas sobresalientes. Estupendo el resto de los protagonistas, aunque el que menos me gustó fue el Reverendo Adams. ¿Y el coro? Esta ópera es la mitad de la obra el coro. Sin un buen grupo todo se va a pique como la barca de Grimes al final. Y no fue el caso. Bravi, bravi, bravi para un conjunto semiprofesional que se portó como un de primera fila.


Lo más flojo orquesta y la dirección de Corrado Rovaris. Grimes tiene partes orquestales de quitarse el sombrero y aquí no brillaron. Fue un trabajo de artesanía tosca para salir del paso, pero nada más.

El viaje mereció la pena, por tanto.

Fdo. Javier del Olivo

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