miércoles, 14 de marzo de 2012

Crónicas de funciones: La Boheme en el Liceo

La Bohème. 4 de marzo de 2012

Como señala Juan Carlos Olivares en su artículo del libreto de La Bohème, del Gran Teatre del Liceu, “La sutil contradicción de La Bohème”, “el arte del teatro parte de un contrato básico entre el artista y el espectador: la realidad será siempre aquello que ocurra en el escenario”. Y bien cierto es puesto que si algo se echó en falta en el escenario liceísta, fue la pasión y el arrebato de los protagonistas, sobre todo en el acto primero y en sus afamados dúos; dúos, probablemente, los más apasionados y bellos de la música pucciniana.

Fiorenza Cedolins, en el papel de Mimì, y Ramón Vargas, en el de Rodolfo, cantaron elegantes, con voces timbradas, más oscura la de la soprano y de menor volumen, la bella voz de Vargas. Si a ello se suma que cantaron muy atrás, por necesidades del escenario y que la orquesta del Liceo tapó a los intérpretes, las notas de los solistas se perdieron en la buhardilla parisina.


Los amigos del joven poeta también tuvieron los mismos problemas; destacó Maltmann, tal vez un poco abrupto su canto; y solo Colombara recibió cálidos aplausos tras su intervención solista como Colline en el último acto.

Si todos hubieran cantado como en este último acto, la función hubiera alcanzado grandes cotas de altura musical. Todo fue perfecto y más que correcto y exigente, sobre todo Víctor Pablo Pérez al frente del foso orquestal.



Destacó A. Arteta con voz más ensanchada, con gracejo, apareciendo en escena con su caniche y haciendo una Musetta divertida y bien cantada. ¿Exagerada? Tal vez, pero el personaje, en su aria “Quando m´en vo”, lo admite.

La puesta en escena fue la ya tradicional de Giancarlo de Monaco que ya había visitado el Liceo.

Fdo Sergio Castillo

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