domingo, 22 de abril de 2012

Crónicas de funciones: "Nixon in China", de J. Adams, en el Châtelet de París.


Desde el año 2008 (Verona) no habíamos tenido la oportunidad de ver en Europa la primera ópera del compositor norteamericano John Adams. Es una obra que raramente se programa en este continente, aunque en EEUU y Canadá es relativamente popular. Este año, gracias al Châtelet de París se ha remediado un poco la deuda que tenemos con Adams, uno de los mejores músicos vivos.

Nixon in China fue estrenada en 1987 en Houston con libreto de Alice Goodman y producción de Peter Sellars. Utiliza la histórica visita del presidente Richard Nixon a la China gobernada por Mao Zedong como base argumental para desarrollar una visión psicológica, centrada en los personajes.


En esta ocasión hemos disfrutado de una nueva producción del teatro parisino a cargo de Chen Shi-Zheng y con escenografía de Shilpa Gupta. Tan minimalista como la música, la escena se desnuda de todo accesorio no imprescindible: escalera sin avión, despacho con únicamente tres sillones, fiesta sin mesas ni sillas, teatro sin escena... Para un par de momentos Gupta utiliza elementos flotantes, como un tejado de templo chino al que acaban subidos Madame Mao y los figurantes, libro rojo en mano, o unas vitrinas para aderezar las visitas de Pat Nixon. Para la intimista escena final del tercer acto, una estatua gigantesca de Mao a medio terminar donde el propio Mao, anciano y fumando sin parar, es un hombre diminuto comparado con su leyenda. Se trata de una producción y una dramaturgia muy ligadas al espíritu de la ópera. Fantástico trabajo, en suma, aunque visualmente eché de menos un poco más de tensión.

Musicalmente hablando, fue brillantísima la actuación de la orquesta dirigida por Alexander Briger. Plena de lirismo y certera en los momentos de clímax, tengo que destacar por encima de todo la actuación de las cuerdas, sencillamente perfectas.

Vocalmente destacaré en primer lugar al tenor Alfred Kim, un joven cantante coreano al que habrá que seguir la pista. El norteamericano Franco Pomponi era Nixon. Un barítono correcto, con una voz no excesivamente bella pero más que competente. El papel de Nixon es un caramelo envenenado: parece fácil, al no exigir grandes florituras (exceptuando el cómico si bemol 3 en falsetto), pero el personaje tiene una serie de contrastes de carácter que han de reflejarse en el canto (autoritario, nervioso, nostálgico...) que, en mi opinión, exigen del cantante un desgaste importante. Pomponi estuvo a la altura, construyendo un Nixon intachable y muy creíble.

Siguiendo con los caballeros, otro joven coreano, Kyung Chun Kim interpretó a Zhou Enlai. No es un papel excesivamente brillante, a excepción de su bellísimo monólogo final, así que solo diré que estuvo muy correcto, con una voz oscura y aterciopelada aunque de escaso volumen. Finalmente, Peter Sidhom dio vida a Kissinger. El más flojo de todos (tampoco el personaje da mucho juego), me pareció plano y un pelín desabrido en ocasiones.


Para las señoras, Pat Nixon y Jiang Qing recibimos a dos glorias de la lírica: June Anderson y Sumi Jo. Anderson me sorprendió gratamente: todavía tiene un timbre belcantista (si puedo utilizar ese término en el contexto de esta ópera) más que disfrutable y cantó el papel, el más lírico de todos, con una musicalidad envidiable. En cuanto a la coreana, solo puedo utilizar una palabra: tremenda. Está claro que se lo pasó pipa dando vida a Madame Mao, un personaje donde puede soltarse en cuanto a coloraturas, precisos ataques al agudo y demás histerismos. Con la solidez de una roca, Jo pasó como un vendaval sobre su breve pero intensísimo papel.

En resumen, una brillante noche. Ójala se repitiera pronto con un, pongamos, Doctor Atomic.

Fdo. Alicia Cano

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