viernes, 22 de junio de 2012

Crónicas de funciones: estreno de "A Welcome Guest".


Dentro del Taller Experimental d`Art (TEA) se estrenó el pasado día 16 en la Fábrica Moritz de Barcelona A Welcome Guest, microópera para un solo performer, versión libre de la ópera Dido & Aeneas de Henry Purcell. Proyecto personal de Rafael R. Villalobos, se trata de una  adaptación de unos 35 minutos de duración interpretada por un único actor-cantante, que asume alternativamente cada uno de los personajes (e incluso en ocasiones el papel del coro) dentro de una dramaturgia que pretende actualizar el episodio del héroe troyano y la reina de Cartago para un público no necesariamente interesado en el género operístico.

Al realizar una adaptación libre de una obra anterior, especialmente con las limitaciones que en este caso se han autoimpuesto (reducida duración, un único intérprete...) se corre sobre todo el riesgo de sacrificar la autonomía de la nueva obra al conocimiento previo de la original. Esto ocurre en esta ocasión, donde es muy difícil seguir el desarrollo de la historia si no se conoce antes la ópera de Purcell, y qué números canta cada uno de los personajes (más cuando se mantiene el inglés original en los textos); ello a pesar del cuidado trabajo de caracterización a través de gestos, canto etc. Tampoco en este sentido el programa del espectáculo es de mucha utilidad, en el que no habría estado de más un resumen del argumento que ayudase a una mejor comprensión global.


No obstante, a pesar de lo dicho, el espectáculo por sí mismo funciona perfectamente y alcanza momentos de gran intensidad emocional y estética atrapando la atención del espectador en un juego perfectamente equilibrado de recursos escénicos. Si algo no puede discutirse sobre la propuesta es que cada detalle gestual, elemento de atrezzo y efecto musical y de luz están perfectamente pensados y encuentran su sentido dentro del conjunto (aunque los significados puedan resultar en ocasiones un tanto arcanos); un trabajo meticuloso que demuestran gran amor y respeto por la obra original,  pero abriéndola a visiones diferentes. Empezando por la labor de "edición" del libreto para reducirlo a un tamaño más manejable, labor siempre discutible, que incluye en este caso un cambio que nos parece muy acertado, alterando los números finales de la ópera para terminar con el conocido "Lamento de Dido" ("When I am laid in earth"), la pieza sin duda más popular de la ópera y auténtico climax dramático. Destacables son también los arreglos musicales, que funcionan perfectamente en el contexto de la representación y no suponen nunca una traición a la música de Purcell, a pesar de utilizar por ejemplo ritmos techno, tan elejados en principio de lo barroco.

La puesta en escena responde a la intención manifestada en el programa de "recuperar la perdida naturaleza camerística y doméstica del género operístico, acercándolo al espectador e invitándole al voyeurismo"; contribuye a ello el tamaño reducido de la sala en la Fábrica Moritz, donde el escenario es una simple plataforma cuadrada a cuyo alrededor se sitúan, de pie y muy cerca del performer, los espectadores (la única concesión a un teatro más convencional es la presencia de una cortina blanca a modo de telón tras la plataforma, sobre la que se proyectan diapositivas); en este escenario la apuesta por reducir a lo esencial el original de Purcell se corresponde con la utilización de unos pocos elementos (una pequeña cómoda, una maleta, varios libros...) en un espacio escénico vacío. La otra intención no disimulada de actualizar la historia se manifiesta en la inclusión de un ordenador portátil o algunas referencias raviosamente acturales -y por qué no decirlo, "petardas"- como el conocido anuncio de Loewe que hizo las delicias de Youtubes y similares no hace tanto o la penúltima reina prefabricada de la canción, Lana del Rey (la adecuación de estas referencias queda a gusto del espectador, pero al menos no se le puede negar su gracia).


Naturalmente, nada de ello quedaría adecuadamente manifiesto sin un intérprete a la altura de las circunstancias. En este sentido la labor de Pere Jou solamente puede ser calificada con los adjetivos más laudatoiros; en el aspecto interpretativo capaz de trasmitir, con su poderoso y un tanto inquietante físico, desde la masculinidad heróica de Eneas a la feminidad de Dido; en el aspecto musical, dueño de una magnífica voz, aún no siendo evidentemente una voz operística, debe lidiar con la dificultad de asumir vocalidades totalmente diferentes (también toca la guitarra en algún momento), incluidas las femeninas que le producen los lógicos problemas en la zona aguda, por completo disculpables y que nada deben desmerecer de la valoración general: siempre matizado en el canto, gracioso, desenfadado, sensual o  conmovedor cuando debe serlo, merece todo el reconocimiento por llevar a buen puerto una obra que descansa completamente sobre su persona, labor que fue justamente premiada por el público presente a la finalización.

En conjunto, por tanto, interesante obra, con los escasos peros indicados, por la que hay que felicitar a todos los que de una u otra forma participaron en la misma, felicitaciones que deben extenderse a la compañía Moritz por su labor de apoyo a este tipo de inciativas culturales. Al margen de esta concreta realización, creemos que el concepto mismo de microópera, entendido como forma de repensar la Ópera de forma comprimida en un contexto más teatral que musical es un camino perfectamente válido y que puede proporcionar visiones alternativas y sorprendentes del género.

fdo. Hugo Cachero