martes, 31 de julio de 2012

Crónicas de funciones: Les Troyens, ROH (junio, 2012)


El Covent Garden se enfrentaba al reto de poner en escena Les Toyens, una obra larga, compleja y poco representada, si bien parece haberse puesto de moda (en 2013 podrá verse en Berlín y Marsella y para 2014 se rumoreaba que en el Real, en el Liceo y en la Staatsoper de Viena). Los mimbres dispuesto para afrontar el reto contaban a la cabeza con la garantía de Pappano desde el foso y con la no siempre inspirada aunque a menudo original dirección escénica de MacVicar. 


Sobre la labor del primero, todo lo que cabe decir son alabanzas: un sonido ejemplar, lleno de contrastes, dinámicas, y sobre todo una batuta atenta a los cantantes, un concertador de voces en toda regla. Hoy por hoy es una garantía de disfrute acercarse a las funciones del Covent que dirige Pappano.


Por lo que hace a la propuesta de MacVicar, lo cierto es que resuelve con espectacularidad visual el reto de escenificar en el fondo dos óperas, con escenas tan diferenciadas como el inicio en Troya y el resto en Cartago. MacVicar, contando con la escenografía de Es Devlin, responsable de las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos, renuncia a historicismos puros y amalgama una escena y un vestuario decimonónicos, propios del Londres de Dickens y con elementos futuristas propios de un Julio Verne, para Troya, con una Cartago a escala, llena de juegos de iluminación, para Cartago. 


Sin duda la dirección de actores es esforzada (aunque con actrices tan inspiradas como Antonacci poco queda por hacer) y los momentos de espectacularidad con el caballo de Troya que arroja fuego tienen su mérito. Pero a cambio falta una mayor narratividad global, una perspectiva de conjunto más atenta al texto, más poética y menos hollywoodiense. 

Los ballets están muy bien resueltos por Andrew George, logrando evitar el tedio a pesar de su larga duración. 

Cabe indicar por último que esta misma producción podrá verse con posterioridad en Viena y en Los Ángeles.


Vocalmente estas funciones venían precedidas por el interés de contar con J. Kaufmann en su debut como Eneas. Lamentablemente, por motivos de salud, el tenor alemán hubo de cancelar su presencia en la producción antes incluso de comenzar los ensayos. A cambio, no obstante, quedaban los enormes atractivos de dos voces como las de Antonacci y Westbroek para los roles de Casandra y Dido.

La cancelación de Kaufmann se resolvió favorablemente con la participación de B. Hymel, un tenor joven tenor estadounidense de voz restallante, metálica y con un magnifico registro agudo. Su Eneas, papel nada fácil de resolver, se saldó con una magnifica valoración, impresión común de todos los asistentes, que bravearon ampliamente su labor. Una voz a seguir, que ya antes había estado en el Covent interpretando al Príncipe de Rusalka y que regresará en la temporada 2012/2013 en el reparto de Robert le Diable de Meyerbeer.

La voz de Antonacci acusa poco a poco el paso del tiempo y ha perdido algo de redondez, ganando algunos sonidos más metálicos, pero sigue sonando fresca, flexible y que, sobre todo, está al servicio de una cantante sobresaliente. El magnetismo escénico con el que fue desarrollando la parte de Cassandra se marcó a fuego en las retinas de los asistentes. Realmente fue como si Casandra hubiera poseído la voz de Antonacci. Su dicción francesa, además, es impecable. Bravísima.


Westbroek es una de las voces más atractivas del panorama actual. Su instrumento es un regalo al servicio de roles dramáticos en los que hace falta mucho lirismo. Recientemente pudimos disfrutar de su extraordinaria Lady Macbeth de Shostakovich en el Teatro Real. Es una voz plena, sin fisuras, con segurísimo soporte técnico. Y además es una actriz consuma, aunque quizá no tanto como la inspiradísima Antonacci. Nos ofreció así una Dido de medios ampulosos y de canto refinado. Realmente una encarnación regia.


El resto del reparto constaba de veteranos de la casa como Robert Lloyd, de valores seguros como Fabio Capitanucci o Brindley Sherratt y de jóvenes también vinculados al teatro como Hanna Hipp o Ji-Min Park.

En conjunto, pues, una representación valiente, con los papeles en regla en todos sus aspectos y, en suma, magnifico portal lírico hacia los Juegos Olímpicos de Londres. Y es que no en vano acaba de tener lugar una representación en concierto en el marco de los Proms, con idéntico reparto, al hilo de la apertura de dicha cita olímpica.

La apuesta de la Royal Opera House por la gran ópera francesa continuará el año que viene con Robert le Diable de Meyerbeer.

fdo. Alejandro Martínez

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