jueves, 28 de marzo de 2013

Crónicas. Marina

El Teatro de la Zarzuela estrenaba hace unas semanas sus representaciones de la ópera Marina, que proseguirán durante todo el mes de abril. Marina, una ópera que no subía a los escenarios madrileños desde que se repusiera con la presencia de Alfredo Kraus, en el papel principal, hace décadas. Veintiseís funciones durante los meses de marzo y abril con tres repartos que se alternan. La presente crónica coincide con la función del domingo 17 de marzo. Los protagonistas, Celso Albelo y Mariola Cantarero en los papeles de Jorge y Marina, acompañados por Rubén Amoretti y Ángel Ódena en los roles de Pascual y Roque. La dirección musical de Cristóbal Soler y la dirección artística de Ignacio García.

La dirección artística desarrolla la ópera en las playas de Lloret, donde la orilla del mar enmarca, en el primer y tercer acto, los amores ocultos de Jorge y Marina. Así, destaca por un segundo acto brillante, con la panza de un barco en construcción. En general, una puesta en escena no luminosa,  y por ello más creíble, alejada del sol del Mediterráneo. Una escenografía también cercana a unos marineros reales que huyen de puestas donde Jorge parecía sacado de la Butterfly pucciniana y nos mostraban a una irreal Marina vestida de gala. No en vano, el director de escena planta en los bajos de la casa de Marina un burdel al que acuden los marineros.



En términos vocales, destacó un Ceso Albelo radiante, protagonista indiscutible de la velada. Estuvo espléndido, el mejor con gran diferencia. Con un aire krausiano en su musicalidad. Cantó con gusto, perfecta dicción, buenos agudos y línea de canto. También Cantarero estuvo muy bien, aunque no a tanta altura, tardando algo en calentar al principio, pero destacando después por su perfecta línea belcantista. El registro sobreagudo ha perdido algo de brillo. Aun así, su aria final estuvo casi perfecta aunque creemos que recortó algún agudo. Amoretti gustó especialmente por su timbre, a diferencia de Ódena, que compuso un Roque demasiado vasto y rudo. Exagerado en su papel y con un canto forzado en la franja más alta, lo que quitaba prestancia a su canto. La orquesta sonó bien, matizada, pero a veces los metales destacaron por encima de sus compañeros de foso. El coro se mostró bien ensamblado, sobre todo el masculino.

Marina fue estrenada como zarzuela en 1855 y como ópera en el Teatro Real de Madrid en 1871. En esta edición estrenada en la Zarzuela se han incorporado un dúo entre Marina y Roque –prescindible argumentalmente- y una interesante sardana.


Ficha técnica
Marina (E. Arrieta)
Teatro de la Zarzuela (Madrid), 17 de marzo de 2013
Dirección musical: Cristóbal Soler
Dirección artística: Ignacio García
Intérpretes: Celso Albelo, Mariola Cantarero, Rubén Amoretti y Ángel Ódena

jueves, 21 de marzo de 2013

Libros. Zarzuela en Salamanca a comienzos del siglo XX



Los teatros salmantinos del Liceo, Tomás Bretón y el Salón Moderno junto a la orquesta local de la ciudad, son los escenarios donde durante la primera década del siglo XX, actuaron compañías de ópera, zarzuela y de otros géneros líricos.

El autor recoge minuciosamente, tras consultar los archivos Municipal, Provincial, de Nobles y BB.AA. de san Eloy, Biblioteca General Universitaria -todos de Salamanca- más la Biblioteca Nacional, las producciones, los títulos, los cantantes de las compañías que de gira hacia Portugal o a Valladolid hacían una parada de sus tournés. La prensa local recoge asimismo y, se convierte también en eco del acontecer lírico, con minuciosos detalles, la vida lírica de la ciudad del Tormes.

El índice del libro recoge la importancia de los tres teatros, señala pormenorizadamente la relación de compañías, sus componentes, repertorio, estrenos y críticas por orden cronológico, desde 1900 hasta 1910.

Una monografía que viene a completar la escasa bibliografía de la lírica española más allá de Madrid o de Barcelona.



Fitxa tècnica
Compañías de zarzuela y teatro lírico en Salamanca a comienzos del siglo XX
Francisco José Álvarez García
Universidad Pontificia de Salamanca

jueves, 14 de marzo de 2013

Crónicas. Simon Keenlyside en Wigmore Hall



La cita era en Wigmore Hall, la temporada más importante de Europa por lo que a música de cámara respecta, una sala de dimensiones y acústica perfectas que acogía el pasado 9 de marzo el recital de Simon Keenlyside y Malcolm Martineau. En los minutos previos el ambiente en el hall era el de las grandes ocasiones y, sin duda, el recital fue de los que se recordarán durante largo tiempo.

La primera parte estuvo dedicada íntegramente a Hugo Wolf, con cuatro canciones a partir de poemas de Mörike y cinco a partir de poemas de Goethe.  En otros recitales Simon Keenlyside ha mostrado ciertos titubeos en sus primeras canciones, unos minutos de inseguridad hasta hacerse con el escenario; en esta ocasión se mostró muy seguro ya desde la primera canción, Harfenspieler I, y dibujó un arpista desesperanzado que tuvo su continuidad en la segunda canción, Wie sollt ich heiter bleiben, con el mismo arpista como protagonista. También pudimos apreciar ya en estas dos primeras canciones el excelente acompañamiento de Malcolm Martineau, que nos hizo disfrutar de la exigente escritura pianística de Wolf.

La línea melancólica se rompió con Der Rattenfänger, la recreación de Goethe de la leyenda del flautista de Hamelin; disfrutamos de una estupenda interpretación en la que Keenlyside recreó un personaje irónico de aires mefistofélicos, con un punto de agresividad y a pesar de eso (¿o gracias a eso?) irresistible.

Pero si alguna canción de la primera parte merece ser destacada es Prometheus. Una gran canción, exigente vocalmente como pocas en el repertorio, larga y compleja (y aquí insisto de nuevo en la dificultad del acompañamiento de piano), que Keenlyside y Martineau interpretaron con maestría; la furia de Prometeo (¡qué diferentes las versiones de Wolf y Schubert!) llenó la sala y el contraste con la siguiente canción, Der König bei der Krönung, una interpretación bellísima de una canción íntimista, de hecho una plegaria, fue el final perfecto para la primera parte del recital.

Al empezar la segunda parte, dedicada a tres compositores franceses, Ravel, Poulenc y Fauré, poco nos imaginábamos que lo mejor estaba aún por llegar. Tras una desoladora Un grand sommeil noir llegaba el turno de Kaddish, la primera de las Deux mélodies hébraïques de Ravel. Es difícil describir la impresión que causó la oración fúnebre, la profunda emoción que transmitió Keenlyside; quizá pueda dar una idea el hecho de que, tras unos instantes de silencio, los aplausos interrumpieran el bloque de canciones, algo tan inusual como ovacionar un movimiento de una sinfonía antes de que esta acabe. Increíble interpretación.

Tras este momento tan especial vinieron las canciones de Don Quichotte à Dulcinée, tres piezas de ritmo y carácter muy diferentes. Elegancia en la Chanson romanesque, una filigrana de colores y matices en la Chanson épique(la tercera plegaria de la noche) y refinado sentido del humor en la Chanson à boire.

Las cuatro canciones de Francis Poulenc que eligieron los intérpretes no explicaban historias ni describían sentimientos, eran imágenes: el alocado violín de Paganini, la puerta de un hotel en Montparnasse o los cuadros de Jacques Villon. Son canciones que exigen un trabajo minucioso y Keenlyside demostró una vez más que su Poulenc tiene mucha clase, tanto como su Fauré, aunque las dos canciones elegidas (Madrigal de Shylock y Aubade), muy bien cantadas, quedaron un tanto ocultas entre las de Poulenc.

El recital acabó con sentido del humor y dos propinas relajadas, Le paony Le grillon de las Histoires naturelles de Ravel, una muy buena manera de acabar un recital que mantuvo un gran nivel y la conexión con el público de principio a fin, de altísima intensidad; en una palabra, soberbio.




Ficha técnica
Recital de Simon Keenlyside y Malcolm Martineau
Wigmore Hall(Londres), 9 de marzo de 2013